Necesitamos templanza cuando tenemos problemas o cuando vivimos tiempos agitados. Es lo que nos permite enfriar las emociones, pensar con claridad y tomar decisiones más inteligentes a pesar de las circunstancias. Sin embargo, la templanza cuesta mucho.

A diferencia del miedo o de la ira, la templanza no nos surge de manera natural ante las amenazas; requiere tiempo y muscular partes de nuestro cerebro menos rápidas

Pincha AQUÍ para leer este interesante artículo de Pilar Jericó publicado en elpais.com